13 octubre 2005

HA VUELTO.

Hay días, días contados y muy escasos, en los que recupero esa emoción que tenía cuando empecé a leer cómics.

Aún recuerdo...
Era fin de semana y, como de costumbre, había ido a visitar a mi abuelo Adrián y a mi tía a su casa. Y entonces pasó algo aquel día que marcó el resto de mi vida -en más de un sentido-.

Paseábamos por la calle y yo pensaba en qué gastaría las 300 pesetas que me daba mi tía cuando pasamos frente a un quiosco y allí estaba, esperándome, el mayor héroe de todos los tiempos, Superman. Acto seguido convencí a mi tía para que me comprará el dichoso cómic que, por aquel entonces, costaba 400 pesetas ya que recopilaba 4 números de la serie regular.

Nunca jamás he vuelto a leer un cómic como aquel, no por su especial calidad, sino porque fue el primero. Entré en un universo lleno de héroes increíbles que realizan hazañas aún más prodigiosas sin temor al mal más absoluto porque el bien siempre triunfaría. O no.

Quizá ese cómic me aficionó tanto a la lectura precisamente por eso, porque Superman no ganaba. Y en eso residía su grandeza, en que no se desanimaba, en que no se rendía, sino en que seguía intentando dar lo mejor de sí aunque eso no significase triunfar siempre.

Las almas de Jimmy Olsen y otro chico -el hijo de Perry White- eran llevadas al infierno donde una malvada diablesa (Blaze, si mal no recuerdo) pretendía adueñarse de ellas para siempre. Superman, con la ayuda del Corredor Negro -un jinete de la muerte- viajaría al averno para salvarles, pero sólo saldría de allí vivo Jimmy, junto con Superman.

Fue especialmente duro el contraste entre la alegría de Clark por haber salvado a uno de sus mejores colegas en el Planeta frente a su abatimiento por no haber podido hacer lo mismo por el hijo de Perry White, su editor y también, y esto era lo peor, su amigo.

¡Y vaya si me impactó ese cómic! Hoy día son varias las amigas que me apodan "Superman" -o "Superboy", aunque en eso tiene el monopolio una chica especial- no sólo porque sea un total fanático del héroe, porque él es El Héroe (no hay otro), sino también porque, dicen, me parezco a él en la manera en que actúo.

El caso es que desde aquel día en que yo era un tierno infante descubriendo un universo mágico nunca, pero nunca, he disfrutado tanto un cómic como en el día de ayer.

¿Y por qué?

Porque ayer, después de 19 años en los que no se ha escrito ni una sola historia del mejor personaje de ficción del siglo XX, Ayer Él Regresó.

Y ayer, otra vez, sentí esa sensación de desconocimiento, asombro y grato descubrimiento que rara vez vuelves a experimentar después de tu primera lectura, impaciente por ver qué sorpresa te deparará el cómic tras la siguiente página que leas.

Él ha vuelto, y hoy ese pequeño niño en mi interior está un poco más feliz que de costumbre al saber que, de nuevo, él está ahí.

Y es que, como dijo algún sabio: "los verdaderos héroes siempre vuelven cuando se les necesita."

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